La restauración de las cubiertas de la Catedral de Santiago se inició por la cabecera, en concreto por las capillas absidiales, en las que se ajustó la geometría de los diferentes encuentros y faldones y se utilizó teja cerámica curva como material de cubrición único para todas ellas. Se retiraron encamisados de hormigón y recrecidos de mortero de cemento sobre las bóvedas y se dispusieron nuevas estructuras de madera, generando así cerramientos más transpirables.
La intervención sobre las cubiertas de los brazos de la cruz del templo comenzó por la Nave Mayor. Reproduce, modificando el sistema constructivo, la solución de enlosado pétreo escalonado que databa de la segunda mitad del pasado siglo XX. Una vez retirados los morteros de asiento de las losas se colocó la impermeabilización y una nueva subestructura metálica para el apoyo de las piezas de piedra granítica. De esta forma, la nueva cubierta cuenta con una cámara de aire ventilada que mejora las condiciones ambientales del interior, permite el paso de instalaciones y es registrable, lo que facilitará, tanto su mantenimiento como su futura reparación.
Estas actuaciones se han completado con un nuevo sistema de recogida y evacuación de las aguas y con una restauración de las fábricas históricas de piedra granítica, encaminadas a clarificar su lectura y a evitar la entrada de agua al interior de las mismas.
Al mismo tiempo los trabajos de restauración han ido acompañados de catas arqueológicas que han contribuido a aclarar muchas de las cuestiones que aún quedan por resolver sobre la construcción y evolución del monumento.