Tramo a tramo el andamio va desapareciendo, desvistiéndola de su metálico y breve ropaje. Por un segundo la luz dibuja sombras sobre su aparejo limpio, recién encintado, sombras que codifican sobre el granito un lenguaje tan antiguo como universal, una verdad tan simbólica como impenetrable. Son las tres de la tarde cuando de nuevo emerge espléndida sobre la ciudad la pirámide escalonada, recortándose esta vez contra un cielo de grúas, lonas y sobrecubiertas de chapa prelacada. Envuelta en el mismo misterio que en el 1543 cuando Rodrigo Gil de Hontañón, uno de los más brillantes maestros del Renacimiento Español, la sueña, diseña y construye, la Torre del Tesoro contempla el 2020 por el que la Compostela prexacobea comienza a desperezarse. ¿Cuál es el origen de su singular terminación? ¿En qué pudo haberse basado el maestro cuando apenas se conocía nada del Nuevo Mundo, cuando en México aún dormía bajo la selva su pasado de pirámides y templos? Hoy el equipo responsable de su restauración, encabezado por Eduardo González Fraile, se hace estas mismas preguntas mientras realiza un último intento para tratar de localizar en el vasto tratado de Arquitectura de Sebastiano Serlio (s. XVI), la lámina que habría servido a Rodrigo de inspiración.
Para Rodrigo la Torre del Tesoro era el natural remate para el cuerpo Este del Claustro de la Catedral. En el plano estructural el ancla capaz de asegurar el Claustro sobre un terreno inestable y con una fuerte pendiente. En el plano formal, el elemento vertical que debía servir de contrapunto al volumen horizontal donde colocar su logia, su salón renacentista desde el que la Catedral podría asomarse y mostrarse a la ciudad para también ser fuente, plaza y rúa.
A través de un minucioso trabajo de restauración que ha durado meses, se han retirado la vegetación y los líquenes que cubrían casi por completo el remate de la Torre hasta el punto de desdibujar y casi borrar la magnífica estereotomía granítica, para a continuación proceder a limpiar la piedra mediante protocolos extremadamente cuidadosos, pues aunque el granito presenta una gran dureza en origen, la exposición prolongada a contaminantes de origen biológico y químico lo degradan haciéndolo cada vez más vulnerable. Buena parte del mal estado de la fábrica se debía al profundo deterioro de las cornisas superiores que permitían filtraciones y escorrentías sobre la fachada. Para corregirlo se han realizado inyecciones de mortero de cal y se han repuesto los encintados, recuperando la funcionalidad de las cornisas que no es otra que la de evitar que el agua de la lluvia escurra sobre las fachadas. Debido al mal estado de la cornisa y las basas de las pilastras en el arranque del segundo nivel de la Torre, en el que se han encontrado superpuestos los más diversos sistemas de impermeabilización desarrollados a lo largo de los años, se ha recurrido a un revestimiento mediante chapa de plomo y a la reintegración con mortero de restauración de las pilastras con el fin de evitar las filtraciones en una zona especialmente sensible.
El resultado de estos trabajos devuelve a la ciudad el regalo que Rodrigo le hizo hace casi 500 años y nos permite apreciar de nuevo la Torre del Tesoro en todo su esplendor. Como una valiosa pieza de orfebrería, la Torre requiere de una contemplación reposada para deleitarnos con cada uno de los detalles de su original aparejo renacentista que la convierten en un elemento único dentro del paisaje compostelano y gallego. Más allá de su singular cubierta, merece la pena detenerse en los dinteles del corredor del nivel superior rematados con unas piezas de curvatura imposible o en la terminación de la escalera de caracol que conduce desde el interior a la terraza, ejemplos de la destreza y brillantez del maestro.
El Tesoro de la Catedral toma su nombre de aquello cuyos gruesos muros custodian y ocultan al enemigo; del oro, la plata y las piedras preciosas, que deben protegerse en su interior. Durante los trabajos de restauración se han encontrado en el interior de la cubierta piramidal de la Torre indicios de algún tipo de plataforma o sistema de elevación, que podría haber servido para alojar alguna pieza especialmente valiosa del Tesoro de la Catedral, ocultándola si era preciso bajo la cúspide de la propia Torre.
Por si todo esto fuera poco, también se ha documentado una puerta que desde la terraza exterior de la Torre se abre al vacío interior de la misma, sin un piso intermedio ni evidencias en los muros de que este hubiese existido. Como siempre sucede, cuando profundizas en el conocimiento de algo, y una obra de restauración no es más que un proceso de aprendizaje sobre el pasado, presente y porvenir de un monumento, las preguntas y las dudas se multiplican en un vacío, que como el anunciado por esta puerta a ninguna parte, no somos capaces de llenar con las respuestas de una sola generación.
No importa. Los tesoros de oro, plata y brillantes, son efímeros, vagos, fútiles… Como los deseos, anhelos y ambiciones de los hombres pueden ser ocultados, robados y vendidos en un instante. Sin embargo la Arquitectura decidida y valiente es atemporal, transciende y permanece, ahora y hace quinientos años. En este cuándo por el que ya transitamos y al cuál que nos dirigimos, el Tesoro siempre es la Torre.
Adrián Martín Prieto. Arquitecto.