Esta mañana, la catedral acogía la solemne celebración del Apóstol Santiago, durante la que se realiza la tradicional Ofrenda Nacional. Tras la procesión del Patronato, iniciaba la misa solemne, presidida por el Arzobispo de Santiago, D. Francisco Prieto. En esta ocasión, el Delegado regio fue el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, en representación del pueblo español, quien renovó la tradicional ofrenda al Apóstol, dando continuidad a esta tradición, instaurada por Felipe IV en 1643. Al inicio de la Eucaristía, el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Auza, impuso a mons. Francisco Prieto el palio arzobispal, un distintivo que portan los arzobispos y que es símbolo de comunión con el Papa.
En su homilía, monseñor Prieto afirmó que la aportación de los creyentes, y de la Iglesia en su conjunto, a la sociedad tiene que ser profética, nunca acomodaticia, y tiene que responder a las necesidades y a las inquietudes del presente, vividos a menudo de forma dramática por la sociedad: “Hay una manera profética de estar en el mundo, opuesta por un lado al espiritualismo, y por otro al peligro de erigirnos en árbitros o jueces del mundo. Una dimensión profética realizada con verdad, con lenguaje atractivo y mirada amable, hasta con un sano sentido del humor y una inteligencia suficiente que sepa distinguir lo importante de lo secundario”.
En este sentido, aseguró que “temos que amar sinceiramente a cada home e muller cos que compartimos cidade, vida e espazo, poñendo tanto empeño en defender o xusto como en denunciar o inxusto, en rexeitar o malo como en promover o bo”.