Bajo el suelo de la catedral de Santiago de Compostela se esconde y protege uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Galicia, y posiblemente de España. Allí, ajeno al ajetreo de las masas de peregrinos y visitantes, descansan los restos de los primeros habitantes de la ciudad que acudieron a vivir entorno a la tumba del apóstol Santiago tras su descubrimiento a mediados del siglo IX por el obispo de Iria Flavia, Teodomiro. En la segunda mitad del siglo XX, aprovechando la necesidad de cambiar el pavimento de la catedral, se realizaron unas excavaciones arqueológicas que pusieron al descubierto los restos los primeros edificios de la ciudad, de su primera muralla, restos arqueológicos de ocupaciones pasadas de época romana, además de una extensa necrópolis de entre los siglos IX-XII. Buscando encontrar el final del lugar, los arqueólogos destruyeron varias de estas tumbas centenarias e incluso milenarias. Sin embargo, una vez llegado a lo que creyeron la parte más antigua, los arqueólogos dejaron un buen número de tumbas con sus individuos en posición primaria, quiere decir, en la misma posición en la que fueron encontrados, e incluso algunos, en cómo fueron enterrados hace cientos de años. Estas tumbas se encuentran entre los restos de antiguas edificaciones que correspondían a las primeras casas o albergues de peregrinos medievales. Desde entonces, las investigaciones en la necrópolis dejaron de desarrollarse hasta la segunda década del siglo XXI.
En los años 2015 y 2017, un grupo de investigadores dirigidos por el Dr. Patxi Pérez Ramallo y en colaboración con la Fundación de la Catedral de Santiago, decidieron volver a estudiar el lugar, excavar algunas de estas tumbas todavía conservadas, y aplicar las nuevas técnicas científicas con las que saber más sobre estas personas que fueron los primeros habitantes de Santiago de Compostela, la primera ciudad medieval gallega. Con cuidado y con respeto, los investigadores fueron analizando uno a uno los restos de los individuos allí enterrados. Por medio de técnicas como la antropología física, crearon un perfil de cada persona: su edad al morir, su sexo, su estatura, algunos traumas, además de comprobar si habían padecido alguna enfermedad. Una vez rematada esa fase, fueron tomadas dos muestras pequeñas de cada uno de los individuos investigados, un diente y trozo de costilla, dejando sus restos en el mismo lugar en el que fueron enterrados.
Los investigadores se plantearon desentrañar aspectos como su estatus social (¿eran ricos? ¿pobres?); pero, sobre todo, buscaban inmigrantes: peregrinos atraídos por las reliquias del apóstol que deciden asentarse para siempre entorno al lugar santo. Personas del Reino medieval de Asturias y otros reinos cristianos peninsulares, Al-Andalus, e incluso de más allá de los Pirineos. Personas deseosas de disfrutar las oportunidades que esta primera ciudad medieval gallega, que pronto sería rival de Roma y Jerusalén, podría brindarles. Sabían que ir a Santiago podría convertirles de siervos a libres, de campesinos a burgueses, de pobres a ricos. Los investigadores se propusieron descubrir algún inmigrante o peregrino, además de ver si el ir a Santiago de Compostela supuso realmente una mejora en su estatus, en su calidad de vida. Por medio de técnicas biomoleculares avanzadas, tales como los isótopos estables, se pudo reconstruir la dieta de estas personas y contemplar cómo ésta cambiaba con el paso de los años. Además, a través de un poco de esmalte de los dientes, pudieron obtener información sobre el lugar de procedencia, y de ser foráneo, cuándo se habría instalado a vivir en Santiago de Compostela.
Los resultados obtenidos sorprendieron al demostrar que durante estos tres primeros siglos de la ciudad de Santiago (IX-XII), más del 50% de las personas allí enterradas eran de fuera. Un primer grupo relativo a las primeras décadas tras el descubrimiento del sepulcro del Apóstol, venían de zonas bajo el control del Califato. Posiblemente de ciudades como Mérida o Toledo, las cuales llegaron a sublevarse contra sus nuevos gobernantes, encontraron refugio en el Reino de Asturias, y específicamente, en la ciudad del apóstol Santiago. Por otro lado, a medida que la fama del lugar fue atravesando las fronteras más allá de los pirineos, a partir del siglo XI, parece que muchos de estos individuos venían de los otros reinos peninsulares, además de Francia o Italia. Aunque no menos importante, algunas de estas personas, también provenían de zonas más próximas a Santiago de Compostela además del mismo Reino de Asturias, todas ellas deseosas de habitar una ciudad que les permitiese mejorar en su calidad de vida. Estos cambios sociales y económicos han podido ser observados a través de la dieta.
Las investigaciones han demostrado que Santiago de Compostela, desde muy pronto, ya era y se vivía como una ciudad: artesanos, comerciantes y otras profesiones imitaban en sus gustos a la clase social privilegiada del momento. No obstante, a pesar de una mejora en la calidad de vida al ser comparado con poblaciones rurales, también existía una jerarquía social muy clara. Los investigadores descubrieron que, en las zonas más próximas a las entradas a la anterior basílica que aún se conservan restos bajo el actual suelo catedralicio, los individuos con privilegios económicos o religiosos como los obispos, eran enterrados en las zonas más cercanas a la tumba del apóstol ya que creían que cuánto más cerca de las reliquias descansasen sus restos, más probable era la intervención del apóstol Santiago en su favor tras su muerte para poder salvar su alma en la vida eterna. Pese a lo que pudiera parecer sin un mejor conocimiento del caso, las investigaciones parecen indicar que el género no fue una causa de diferenciación a la hora de enterrar a las personas en este lugar. Las dataciones de radiocarbono han demostrado que todos los individuos allí enterrados eran de entre los siglos IX-XII, quiere decir que nunca hubo una ocupación sueva o visigoda del lugar. Tras el abandono del lugar en época romana, los primeros habitantes construyeron sus casas y fueron enterrados entre los restos romanos, reutilizando estos materiales los primeros habitantes en la fabricación de las tumbas, además en la tierra empleada para sepultar a sus seres queridos.
Este proyecto de investigación ha sido posible por una colaboración de expertos e instituciones internacionales, atraídas por el valor histórico y arqueológico del lugar. Prestigiosas instituciones como el Instituto Max Planck de Alemania, la Universidad de Oxford, la Universidad Complutense de Madrid, o la Universidad de Estocolmo, han permitido realizar una primera aproximación a este lugar único dentro del panorama arqueológico español e incluso europeo, estudiando por primera vez el surgimiento de una ciudad entorno a uno de los lugares de peregrinación más importantes del cristianismo medieval, y hoy en día del catolicismo. A pesar de estos grandes avances, aún quedan muchas preguntas por resolver entorno a estos primeros habitantes que con nuevas tecnologías y con futuros trabajos, seguramente podamos seguir descubriendo.
Ficha técnica:
Artículo de investigación Multi-isotopic study of the earliest medieval inhabitants of Santiago de Compostela (Galicia, Spain). Por Patxi Pérez-Ramallo, Aurora Grandal-d´Anglade, Elia Organista, Elena Santos, David Chivall, Ricardo Rodríguez-Varela, Anders Götherström, Francisco Etxeberria, Jana Ilgner, Ricardo Fernandes, Juan Luis Arsuaga, Petrus Le Roux, Tom Higham, Julia Beaumont, Hannah Koon, Patrick Roberts. Revista: Archaeological and Anthropological Sciences, Grupo Springer Nature.
En el artículo titulado “Multi-isotopic study of the earliest medieval inhabitants of Santiago de Compostela (Galicia, Spain)”, se describen los resultados obtenidos tras las investigaciones realizadas en la necrópolis medieval de la Catedral de Santiago de Compostela (siglos IX-XII d.C.). Esta necrópolis surge entorno a las dos primeras basílicas construidas tras el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago y dos de sus discípulos por el obispo de Iria-Flavia Teodomiro en la primera mitad del siglo IX. Desde entonces, cientos de personas se vieron atraídos por motivos religiosos, pero también por las oportunidades socio-económicas que ofrecía esta primera ciudad medieval gallega. Tras las excavaciones dirigidas por Chamoso Lamas a mediados del siglo XX, la necrópolis no volvió a ser objeto de nuevas intervenciones hasta los años 2015 y 2017. En estos años, un equipo interdisciplinar e internacional dirigidos por el Dr. Patxi Pérez Ramallo, decidieron emplear nuevas técnicas analíticas y una revisión del lugar para entender mejor la sociedad medieval que surgió entorno a la tumba del apóstol entre los siglos IX y XII d.C.
Los investigadores desarrollaron una nueva revisión arqueológica del lugar, realizando una planimetría y digitalización de la necrópolis, las cuales serán con la publicación de acceso libre y gratuita para todo el mundo. Los nuevos trabajos arqueológicos se desarrollaron gracias a la colaboración de Juan Luís Arsuaga y la Fundación Atapuerca, con investigadoras como Elia Organista (proyecto Olduvai en África sobre el origen y la evolución de nuestra especie), o Elena Santos, investigadora de Atapuerca. En la Catedral de Santiago se realizaron en el mismo lugar los análisis osteológicos: técnicas forenses que permiten a partir del estudio de los restos óseos estimar la edad biológica de los individuos, su sexo, además de observar posibles traumas o patologías. Dicho trabajo se desarrolló por el investigador principal, el Dr. Patxi Pérez Ramallo, y contó con la supervisión del Dr. Francisco Etxeberria Gabilondo, de la Universidad del País Vasco y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Una vez analizados los restos, se tomaron varias muestras por individuo para poder realizar análisis de isótopos estables. Estas técnicas biomoleculares permitieron recrear la dieta de los individuos con los que definir su estatus social además de su origen. Estas técnicas también permiten observar cambios en la dieta consecuencia de momentos de carestía o mejorar de estatus social o económicas, vinculadas, como es este caso, a la migración de individuos a la nueva ciudad surgida en torno al sepulcro de Santiago apóstol. Estas técnicas que desarrollaron en el Max Planck of Geoanthropology (Jena, Alemania), por los investigadores Patxi Pérez Ramallo y el Dr. Patrick Roberts. Por último, se realizaron dataciones por radiocarbono con los que definir con mayor presión la evolución del espacio y de la ciudad, así como los distintos momentos de la necrópolis. Estas fueron realizadas en colaboración con la University of Oxford y el Dr. Tom Higham.